A partir de 1812,
Charles Babbage, matemático inglés, trabajó en la primera máquina diferencial,
con la que calculaba logaritmos con seis cifras decimales. También diseño
primera máquina analítica, precursora de los ordenadores modernos.
El ordenador
propiamente tal, debe, atribuirse a Charles Babbage quien, en 1.820, creó un
modelo piloto de la máquina de diferencias, y en 1.822 recibió ayuda financiera
del gobierno británico para construir una máquina utilizable. Babbage
comprendió la necesidad de este dispositivo porque, en una época en que se
hacía un uso creciente de las matemáticas, se cometían muchos errores en la
elaboración de tablas de logaritmos.
Deseaba
encontrar una alternativa al cálculo repetitivo y lento de esas tablas. La
máquina de diferencias, resultado de los esfuerzos de Babbage, no solamente era
mayor y más complicada que las anteriores, sino que también imprimía tablas.
Desdichadamente, no funcionaba bien. Las varillas, los engranajes y los
trinquetes del mecanismo, movido a vapor, se atascaban constantemente, mientras
que el modelo original del inventor toleraba ligeras irregularidades, no
ocurría lo mismo con los modelos mayores. La revolución industrial no había
madurado suficientemente para permitir la construcción de una versión práctica
de esa máquina. Aunque descorazonado, Babbage empezó a trabajar en una idea más
ambiciosa.
En efecto,
diseñó un sistema con una sección de entrada que debía de leer los orificios de
una tarjetas perforadas, previendo también la impresión de las respuestas. Y
algo aún más importante: dotó a su invento de una unidad de control para operar
el ordenador; de una <<unidad central>> para la realización de
cálculos; y de una <<unidad de almacenamiento>> para guardar hasta
1.000 números de 50 dígitos.
Por
consiguiente, la <<máquina analítica>> podía acarrear, almacenar y
cambiar instrucciones. Fue, en efecto, el equivalente mecánico del ordenador
electrónico digital de nuestros días. Con la ayuda de Lady Lovelace, Babbage
pudo programar realmente la máquina analítica para efectuar cálculos. Por
desgracia, el sistema se vio condenado al fracaso. La máquina analítica fue
víctima, sobre todo, de su tiempo. La tecnología de la época no estaba en
condiciones de producir las 50.000 piezas necesarias para su construcción.
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